Luego de pasar su vida estudiando la alquimia, pensó que ya era hora de aplicarla. Intentemos lo que nadie ha hecho –Se dijo a sí mismo-, volver tangible un silencio.
Se dedicó a estudiar la composición del silencio. Hasta qué, con ayuda del espejo y un poco de magia, lo logró. El asombro cubrió las paredes. Helo ahí; un silencio comprimido en una pequeña esfera, sin textura, sin peso, sin olor.
Lo sostuvo entre sus manos, tembloroso, sin saber qué hacer con él. Entre tanto nerviosismo se le resbaló y cayó al piso. Lo primero que le vino a la mente al hombre en pánico al ver cómo caía su creación fue:
“Lo bueno del silencio es que no se rompe al caer”.
Buena entrada.
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