viernes, 21 de diciembre de 2012

Pie de página.

Una vez, cuando niño, hice una ciudad de papel con recortes de un libro de cuentos. La dividí en dos partes: una parte era fragilidad estructurada; el resto eran cenizas esperando nacer. Mil historias yacían sobre ella. Tenía una sola estación porque era incapaz de soportar cambios bruscos, como la mayoría de nosotros. La hice con dos entradas, pero para mí eran vías de escape. Las calles eran de un solo sentido porque regresarse estaba prohibido. Podía pasar horas imaginando los habitantes: gente común y corriente compartiendo historias bajo sus pies. Los veía levantarse temprano y besar a sus niños antes de tomar camino a sus pequeños trabajos ficticios para luego quejarse de que los días parecían infinitos; lo cierto es que lo eran. Fue bueno por un tiempo, pero entendí que la imaginación también nos puede esclavizar, no hay manera de crear vida sin sesgar un poco de la nuestra como materia prima. En ese momento decidí que debía pasar la página. Era un pueblo, pero lo convertí en humo para cambiarlo de estado.

Indestructible.

A diferencia de nosotros, la tortuga nace armada de valor. Deja la tierra para echarse al mar, sin saber de qué está hecho, quién lo habita o dónde termina. Aprenden a volar bajo la línea del horizonte desde muy temprano; no conocen de peso, de caídas, ni de imposibles. El caparazón es su casa, siempre llevan el techo consigo; a diferencia de nosotros los humanos, que acostumbramos llevar las paredes. Cuando dejan una huella es para siempre; el mar no borra sus huellas, las absorbe, porque son parte de él. Toman la vida con lentitud, como quien saborea el aroma del café caliente y lo deja dar un paseo por todo el sistema respiratorio antes de tomar el primer sorbo, porque ya el mundo es lo suficientemente rápido como para luchar contra él. Tienen las mejores líneas de expresión de todo el reino animal, inspiran sabiduría; me hacen recordar a mi abuelo sentado en la mecedora, contando la historia real de cosas que nunca hizo. Manejan con gracia el peso que llevan a cuestas y eso las hace indestructibles.

Grietas.


Creo que con ésta ya serían tres noches sin dormir. Todas las noches la misma historia, el mismo drama que parece multiplicarse conforme pasan los días. Duermo en la habitación de al lado y aún así puedo escuchar hasta su respiración. Las paredes no ayudan. Difícilmente puedan llamarse paredes; son casi cortinas de madera. El grillo cambia la tonada todas las noches, seguramente piensa que puede influir en algo; lo dudo.

Todo es normal mientras está despierta, el problema es cuando duerme. Habla tres idiomas, se entiende a sí misma en todos. También cambia el tono de voz. A veces podría jurar que son varias personas, pero es imposible, nadie ha entrado. Hay muchos ruidos extraños. hace un momento escuché que algo se rompía; no sé si fue su cama, el piso, o ella. La gente se rompe cuando ya no se soporta. Los quiebres espirituales tienen sus tonos distintivos; el de ella es agudo, lo conozco de memoria, me trae recuerdos de la infancia.

Supongo que podría asomarme y preguntar qué le pasa, pero no tengo valor. No es por miedo a ella sino a mí mismo. He perdido todas las batallas internas porque siempre voy desarmado. No se puede ir en son de paz cuando se lucha contra uno mismo. Por eso pienso que difícilmente pueda enfrentar a otra persona; mi escudo soy yo y está dañado. Quisiera gritarle desde aquí, pero no sé hablar su idioma. Tampoco tengo a dónde ir. Maldita caja de madera. ¡Ya dejen dormir a la matrioska, por favor!

Media mentira.

Nací un martes en la madrugada pero siempre digo que fue un domingo en la noche porque acostumbro llevar todo al extremo.

Llegué a este punto porque cuando me enseñaron a crecer ya era demasiado tarde. Nunca he entendido el mundo, demasiada información para alguien que tiene una sola pregunta.

La mayor parte del tiempo finjo interés en lo que me rodea, el resto lo utilizo para trazar mapas mentales de lugares que existen a medias.

El dios en el que creo utiliza crayones de cera y le tiembla el pulso. Sí, tiene pulso; es de sangre, hueso y psicosis. Mi dios escucha voces.

Creo en la reencarnación diaria y la lotería de almas. Somos personas completamente diferentes cuando nos levantamos. Los pies son los mismos para no perdernos, el cuerpo es reciclado y el resto es historia.

A veces hablo de mí en tercera persona para marcar distancia. Siento un gran respeto por los que hablan solos y callan en compañía. Por la misma razón hago muchas referencias a objetos inanimados; ellos callan y dejan ser.

Lo cierto es que me cuesta describirme porque no hablo de mí con propiedad.

sábado, 13 de octubre de 2012

Privacidad.



— ¿Dónde estamos?
— Aquí.
— ¿Aquí, dónde?
— Donde siempre.
— ¿Quiénes estamos?
— Solo nosotros.
— ¿Y por qué sólo veo un par de pies?
— Porque yo tengo las manos sobre los ojos.
— ¿Para qué?
— Para que no hablen.
— ¿De qué hablan tus ojos?
— De mí.
— ¿Y tú quién eres?
— Tú.


viernes, 24 de agosto de 2012

El títere.


El teatro tenía seis meses abandonado desde el incidente. Sólo quedaba media escalera chamuscada, armazones de lo que alguna vez fueron sillas, y miles de huellas en un desierto de cenizas. El títere fue el único sobreviviente, se encontró a sí mismo en primera fila cuando despertó del letargo. Siempre le había llamado la atención que se sentiría estar en esa posición: del otro lado del espejo, presenciando el espectáculo que era su “vida”. Cuando levantó la mirada se dio cuenta que faltaba más de la mitad del techo, el resto estaba cubierto de grietas y hollín. Podía ver mil estrellas y parte de la luna escondiéndose entre los restos. La escena lo hacía sentir que estaba atrapado en las fauces del universo. Porque eso es el universo; una gran bestia que nos engulle lentamente. Volvió la mirada al escenario; ese que lo había visto “crecer”. Saber que no llevaba nada por dentro nunca le había impedido sentir las cosas, entendió que se puede sentir sin ser. La revelación le produjo un escalofrío. Se levantó, aplaudió y se dejó caer en el suelo.

miércoles, 15 de febrero de 2012

Biografía de dos capas.

Creo recordar que no llegué a este mundo por voluntad propia, alguien me dijo que era igual al otro; no me parece. Es una versión inversa. Aquí el progreso se basa en destrucción, termina donde los demás comienzan. Quizá sea porque gira hacia el otro lado, no lo sé.
Probablemente se me haga difícil porque nunca aprendí a medir el tiempo para que no se gastara. Ni siquiera sé qué es un día; me quedo con las noches.
Lo único que sé es que cuando regrese me llevaré conmigo una caja llena de las cosas que nunca pasaron. Según entiendo, es el equipaje más pesado que alguien puede tener.
Tengo mala memoria pero no he olvidado lo que seré.

lunes, 12 de diciembre de 2011

Carga ligera.

El más común de los hombres fue el elegido para la gran tarea. Llevaba el mundo entre mano y mano, debía luchar contra la gravedad que le atraía las palmas hacia la superficie, en un abrir y cerrar de ojos podría destruirlo todo. Al principio la fuerza de rotación lo hacía intolerable, luego logró acostumbrarse a la asignación que le fue concedida. Las nubes le corrían entre los dedos condensando la humedad hasta hacerlos gotear; lluvia, la llamaban los que no conocían la procedencia del regalo celestial. Era una dura tarea, por momentos dudaba de sí mismo y su fuerza de voluntad. En esos momentos de ansiedad una fuerza estática le recorría todo el cuerpo hasta concentrarse en sus palmas sudorosas generando descargas eléctricas; tormenta, era el nombre concedido al efecto por los ingenuos habitantes del pequeño planeta. Luego de miles de años el hombre aprendió la lección de vida: No hace falta ser una deidad para tocar el cielo con las manos pero sí un inhumano para destruirlo.

martes, 29 de noviembre de 2011

El puente anacrónico.

El puente anacrónico tenía una época diferente en cada extremo, el horizonte cambiaba de fecha y forma conforme se avanzaba. Si se recorría de noche, podía verse el cielo lleno de formas fractales, parpadeando de claro a oscuro, mientras las constelaciones cambiaban de lugar en cámara rápida. Los que intentaron burlarlo recorriéndolo de reversa perdieron la cordura al ver como se deformaban sus sombras cual magma hirviente, atacadas por espasmos, intentando escapar de la gravedad. Nadie jamás pudo recorrerlo completo, al dar el último paso la persona era devuelta a la época y el lugar donde comenzó el recorrido, sin recuerdo alguno de lo que había sucedido.

La ciudad de humo.

La ciudad de humo no renació de las cenizas; ayudó a construirlas.
Nadie entraba ni salía, al contrario, era capaz de recorrer a las personas por dentro.
Era más fácil respirarla que recorrerla, quizá era la única forma de vencer a un laberinto sin paredes.
Existía un solo camino, de ida. El de vuelta era en caída libre y nadie lo utilizaba.
No tenía esquinas, los habitantes se sentaban a esperar pacientemente en la curvatura de la nada, mientras ciclos infinitos de fuego y oxígeno se repetían a sí mismos en una danza etérea.

martes, 23 de agosto de 2011

Contra la corriente.


     Se quitó los zapatos, los dejó sobre la arena. Se acostó sobre el agua para dejarse llevar, el cielo pasó a ser su pared.
Llévame hasta el final. –Le dijo a la corriente.- 

No hay final. –Le respondió la misma.- En el horizonte me devuelvo, todos los ciclos son infinitos.
La corriente lo tomó de la espalda, y procedió a navegar al hombre cual barco de papel mientras lo interrogaba:

-¿Qué pretendes con todo esto, quieres morir? –Le preguntó al hombre.-
-No pretendo nada, solo quería saber que se siente volar. –Respondió el hombre.-
-Pero, esto no es volar. –Dijo la corriente.-
-Si lo ves desde arriba, tengo el cielo reflejado en la espalda y me muevo entre las nubes sin esfuerzo; volar solo es un concepto, todo es posible con el punto de vista correcto.

domingo, 7 de agosto de 2011

El tatuaje.


Llevaba la vida tatuada en la espalda, para no verla pasar. La tinta estaba hecha de recuerdos. Las imágenes se derramaban cada cierto tiempo, para ser reemplazadas por nuevas memorias. Poco a poco el hombre se fue encorvando, hasta que no pudo caminar. El problema es que la vida pesa demasiado cuando se lleva a cuestas y no al frente.

jueves, 30 de junio de 2011

El pueblo fantasma.


Irónicamente, el sendero que conducía al pueblo fantasma terminaba en el vacío, a orillas del acantilado. El caminante sólo debía encontrar la entrada correcta, gritar las palabras exactas para que el eco le abriera el portal. Una vez dentro todo era diferente; las casas no tenían puerta, sólo ventanas. No estaban hechas para entrar ni salir, sólo para mirar. El aroma le era familiar, cómo el olor de la plastilina recién sacada de la caja, le recordaba a su niñez. Siguió caminando en busca de un guía, sólo escuchaba murmullos. Ciertos detalles debieron darle idea de donde se encontraba, pero el miedo le quitó toda objetividad. Intentaba recordar cómo había llegado, y la razón de su visita. En ese momento apareció el guía.
-¿Cómo llegaste aquí? –Preguntó el guía-.
-No lo sé. –Respondió el hombre.
-¿Y qué buscas?
-Recuerdos.
-Entonces viniste al lugar indicado.
-¿Por qué, esto es el pasado?
-No, es el futuro, pero todos te recordamos. Eres atemporal.

miércoles, 29 de junio de 2011

El parque.


Vivía en el parque. Por gusto, no por necesidad. Gustaba de ver pasar a las personas al amanecer. Era como una película sin guión. –Decía.- No saber quienes vienen, o quienes van. Tenía un comienzo, un intermedio, y un final que nunca iba a conocer. Esa era la mejor parte: la incertidumbre. A veces la certeza de los finales complica la existencia en sí. La magia sólo es real mientras el conejo está dentro del sombrero.

viernes, 24 de junio de 2011

La creación.

Los dibujos del niño comenzaron a cobrar vida, uno tras otro. No sabía si eran producto de su imaginación, así que se limitó a colorear los bocetos.
Las paredes tomaban formas diversas, según los creyones en su mano se movían en alguna dirección. Mundos increíbles pasaban directo de su mente al espacio que lo rodeaba. No dibujaré humanos. –Pensó.- Porque todo lo destruyen.
Mientras más se adentraba en sus creaciones, más entendía su significado:

Para crear mundos sólo se necesita imaginación, para destruirlos sólo hace falta crecer.

jueves, 9 de junio de 2011

Realidad subjetiva.


-Hola –dijo el hombre.- 
-Hola –Respondió la silueta en la pared.-
-¿Quién eres?
-Soy la muerte.
-¿Quién te envió?
-Nadie, siempre he estado aquí. Solo me hice visible.
-¿Y, cómo sé si eres real?
-Si lo piensas bien, nada lo es. Ser tangible no te hace real. La realidad es inherente a cada persona.
-¿Y ahora que me dijiste el secreto, me vas a llevar?
-No tengo a donde llevarte. Ni siquiera yo tengo lugar.
-¿Por qué?
-Sólo existen dos mundos; el que tienes delante de tus ojos y el que tienes detrás de ellos. No vine a llevarte; vine a abrirte la puerta, tú escoges si la utilizas de entrada o de salida.